domingo, 26 de septiembre de 2010

Estimulación Temprana,

Estimulación temprana

La estimulación temprana, estimulación precoz o atención temprana es un grupo de técnicas para el desarrollo de las capacidades de los niños en la primera infancia. Es el grupo de técnicas educativas especiales empleadas en niños entre el nacimiento y los seis años de vida para corregir trastornos reales o potenciales en su desarrollo, o para estimular capacidades compensadoras. Las intervenciones contemplan al niño globalmente y los programas se desarrollan teniendo en cuenta tanto al individuo como a la familia y el entorno.
Los programas de estimulación precoz utilizan con frecuencia el juego como base para el desarrollo de habilidades.
Contenido


Desarrollo
Los primeros seis años de vida se caracterizan por un alto grado de plasticidad neuronal[1] o plasticidad neural, que permite la adquisición de funciones básicas como el control postural, la marcha o el lenguaje. La consecución progresiva de hitos en este desarrollo va permitiendo la aparición y mejora de nuevas habilidades (por ejemplo, es necesario que el niño aprenda a sujetar la cabeza, controlando la musculatura del cuello, para que pueda dirigir la vista, lo que refuerza la motivación para la marcha o el contacto visual como elemento socializador…).
Este desarrollo surge de la interacción entre los genes y el ambiente. Los primeros son inmodificables, y establecen la base de capacidades propias de cada individuo. Los factores ambientales, sobre los que intervienen los programas de estimulación precoz, modulan e incluso inhiben o estimulan, la expresión de diversas características genéticas.
Dentro de los factores ambientales se incluyen los puramente biológicos (estado de salud, nutrición…) y otros de índole psicológica, social y cultural: sus vínculos afectivos iniciales, el nivel de atención que recibe, el grado de interacción del ambiente con el niño (personas que lo rodean, objetos, luz, sonidos…). Estos factores son fundamentales en la maduración de conductas de adaptación al entorno, de la disposición al aprendizaje, del establecimiento de diferentes estrategias de comunicación o del desarrollo emocional.
Esta etapa temprana de la vida también se caracteriza por una mayor susceptibilidad a condiciones ambientales inadecuadas que pueden retrasar o bloquear la adquisición de algunas habilidades, aunque la capacidad adaptativa del sistema nervioso central en cualquier niño sin problemas de desarrollo permite una reorganización funcional de la que comenzamos a carecer a partir de los seis años de vida. De ahí la importancia de iniciar lo más precozmente posible los programas de intervención, especialmente en niños con alteraciones del desarrollo o con alto riesgo de padecerlos.
 Grupos de riesgo
Con el objeto de favorecer la implantación precoz de programas de atención temprana se definen como colectivos con mayor riesgo de padecer alteraciones o retrasos en el desarrollo a los siguientes:[2]
  • Trastornos genéticos que dificultan el desarrollo (síndrome de Down, Síndrome X frágil,...)
  • Enfermedades congénitas o adquiridas que interfieren en el desarrollo (Trastornos del metabolismo, endocrinopatías...)
  • Alteraciones del período pre, peri o posnatal (prematuridad, bajo peso al nacer, anoxia durante el parto,...)
  • Niños de riesgo psico-social (Ausencia de cuidados correctos, maltratos familiares,...)[3]
 Abordaje global
A la hora de diseñar programas específicos para cada niño deben tenerse en cuenta sus necesidades y circunstancias en todos los ámbitos: biológico, psico-social, emocional, familiar, escolar, cultural o socio-económico. Lo ideal es que la intervención se realice a través de un equipo interdisciplinar que aborde todos los aspectos del desarrollo que puedan resultar afectados: psicopedagogo, fisioterapeuta, logopeda... de modo que el trabajo, las decisiones y los objetivos sean comunes y compartidos por todo el equipo.
 Referencias
  1. Santoyo Velasco, C. (1991). Notas sobre la plasticidad del desarrollo psicológico y las interacciones tempranas. Revista Intercontinental de Psicología y Educación, Vol. 4, Nº. 2, 175-183.
  2. García Martín, Jose María(1986). La infancia en riesgo. Menores: Vol. 3, No. 13, 34-43.
  3. Álvarez Álvarez, María Luisa (1994). Importancia de la intervención psicomotriz temprana en un Centro de Protección Infantil. Psicomotricidad: Vol. 3, No. 48, p. 35-4.
 Bibliografía
  • Cabrera, M. C. y Sánchez Palacios, C. (1984). La estimulación precoz. Un enfoque práctico. Madrid: Siglo XXI.
  • Gassier, J. (1990). Manual del desarrollo psicomotor del niño. Barcelona: Masson (2ª Ed.).
  • Sánchez Hipola, C. (1994). Responsabilidad familiar y profesional en la prevención y atención temprana (II). Polibea: No. 31, pp. 10-14.
  • Benson, J. B., Haith, M. (1995). Future-oriented processes: A foundation for planning behavior in infants and toddlers. Infancia y Aprendizaje, no. 69-70, pp. 127-140.
  • Martín Ramos, M. L. (1994). Atención temprana: Ayuda a los padres. Polibea, No. 33, pp. 6-7.
  • Polaino-Lorente, A. (1997). Apego y educación temprana. Comunidad Educativa, No. 244, pp. 12-14.

Estimulación Temprana.

martes, 14 de septiembre de 2010

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viernes, 10 de septiembre de 2010

Mapa del cerebro.

Las Funciones cerebrales.

SECCIÓN HISTÓRICA




David Ferrier y las localizaciones cerebrales

Dr .Tomás Alarcón Guzmán1



1 Profesor Principal de Neurología Facultad de Ciencias Médicas. Universidad de Guayaquil.



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Sir David Ferrier (1843 - 1928)

Muchos investigadores se han ocupado del problema del cerebro como sustrato de la actividad motora, sensorial o psíquica y también de un aspecto asociado: la localización de las funciones en la corteza cerebral.

Ya Hipócrates y Croton (siglo V a.n.c) señalaron que el cerebro es el órgano del raciocinio o “director del espíritu”. Después, Galeno (siglo II a.n.c.) intentó precisar la relación entre la vida espiritual y el cerebro en un primer ensayo que planteó el problema de la “localización” directa de los fenómenos psíquicos en las estructuras del cerebro.

En la Edad Media, Leonardo Da Vinci conservó la idea de la “localización” de las capacidades psíquicas básicas de los tres ventrículos del cerebro. Descartes en 1686 estimaba que el centro psíquico estaba en la glándula pineal, mientras Willis (1664) lo estimaba en el cuerpo estriado y Vieussens (1685) en la masa de la sustancia blanca de los hemisferios. El anatomista alemán L. CH. A. Mayer (1779) fue el primer científico que intentó enfocar diferenciadamente la localización de las capacidades de la sustancia cerebral; sin embargo, F.G. Gall fue quien estudió las distintas funciones mentales en áreas cerebrales aisladas, siendo el autor de la concepción según la cual cada facultad psíquica se apoya en grupos zonales (celulares) de la corteza cerebral.

Flourens, en 1824, planteó una hipótesis similar basada en experimentos fisiológicos destruyendo áreas de los hemisferios de las aves. Dicha hipótesis de la localización de las funciones tuvo su confirmación en abril de 1861 cuando Broca, en París, exhibió el cerebro de su primer paciente que en vida padecía trastornos del lenguaje articulado; en la autopsia se descubrió una lesión en el tercio posterior de la circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo. Esto estimuló la investigación y en 1874 Wernicke descubrió un caso en el que la lesión en el lóbulo temporal causó la perturbación de la “comprensión” del habla.

Virchow (1858) y Meynert (1867-1868) hablaron de la enorme complejidad celular de la estructura cerebral hasta que en la década del 70 I. P. Pavlov, con su teoría de reflejos condicionados, aclaró aspectos fisiológicos del sistema nervioso. En 1870, Fritsh y Hitzig excitaron con corriente eléctrica la corteza cerebral de un perro estableciendo la existencia de centros motores, lo que dio paso a las investigaciones clínicas y experimentales donde destaca el fisiólogo alemán F. Goltz (1876-1881) quien, destruyendo la corteza cerebral del perro, observó las alteraciones visuales del animal así como de otras funciones.

La época de oro de la neurología inglesa la protagonizó Hughlings Jackson, primero en describir ataques epilépticos focales y quien formuló la hipótesis de “localizacionismo,” la cual fue apoyada más tarde por Gowers, de tal manera que de acuerdo a la localización del síntoma se reafirme la localización de la función en el sistema nervioso central (SNC).

En Londres apareció la figura de David Ferrier quien complementó los trabajos de Fritsh y Hitzig reafirmando la teoría de las localizaciones cerebrales. Tuvo como detractores a Goltz, Monakow y Golstein, y el apoyo de Pavlov y Jackson, con lo que se abrieron nuevas rutas de investigación que fueron lideradas por Ferrier hasta llegar a la época en que el conocimiento de la organización estructural (citoarquitectonía) y el significado funcional de los diferentes grupos neuronales determinaron el carácter de localización de las funciones.



Friedrich Goltz (1834 - 1902) eminente medico alemán, tenaz opositor de los conceptos de Ferrier. Sir James Paget (1814 -1899) Presidió el Congreso de Medicina en Londres el año 1899

En la nueva era estàn ya definidos los diagramas arquitectónicos de Campbell (1905), Brodman (1909) Vogt (1919-1920), von Economo (1929) junto con los datos relacionados a las interconexiones neuronales corticales y subcorticales esquematizados por Lorente de No (1949) rubricados antes por los estudios histológicos de Santiago Ramón y Cajal, Río Ortega y Poliakov hasta llegar a estudios posteriores de Fulton (áreas supresoras), Penfield y Jaspers (1954).

Los monos del Dr. David Ferrier

El martes 2 de agosto de 1881 en Londres tuvo lugar el III Congreso Internacional de Medicina en el St. James Hall donde llegaron más de 3,000 médicos de todas partes del mundo entre los que destacaban Virchow, Langenbeck, Roberto Koch de Berlín; Pasteur y J. M. Charcot de París; Rauchfuss y Kolomin de San Petesburgo; Henry Bigelow de Boston; W. Keren de Philadelphia y F. Goltz de Alemania, entre otros.

Por aquellos años, Goltz formaba parte del grupo internacional de fisiólogos eminentes que se ocupaban del estudio de los enigmas del cerebro. Junto a él, el francés Flourens –basándose en sus experimentos en ranas– sentó la tesis según la cual las diversas funciones cerebrales se distribuían de manera uniforme en el cerebro.

Los conceptos de Broca y Jackson estaban vigentes afirmando que existían centros motores. En 1871 llegó de Berlín la noticia de que se había demostrado experimentalmente la existencia de centros motores en el cerebro de perros, noticia que procedía de dos médicos berlineses: Theodor Fritsch y Eduard Hitzig, quienes habían eliminado fragmentos externos del cráneo de perros y, aplicando débiles corrientes eléctricas en determinados puntos, producían movimientos delimitados en la parte opuesta del cuerpo, lo que confirmaba la teoría de Jackson.

Estas observaciones convencieron a muchos fisiólogos y en especial al joven neurólogo David Ferrier en Londres, médico del Hospital Nacional quien logró sistematizar el método de investigación eléctrica con animales, localizando de manera precisa los diferentes centros corticales. En 1873, Robert Bartholow, en Norteamérica, valoró a una mujer cuyo cráneo había sido destruido por un cáncer, de modo que el cerebro estaba al descubierto; él estimuló la corteza de la mujer moribunda con ligeras descargas eléctricas y comprobó que las observaciones de Ferrier y sus predecesores alemanes eran también válidas para el cerebro humano, pero esta voz llegaba de un lugar tan lejano que no tuvo el suficiente eco, más aún opacada por los hallazgos de Broca y Goltz.

Entre los adversarios de Ferrier y de su teoría de los centros funcionales se había destacado precisamente Friedrich Goltz, ejemplo claro del burgués alemán, hombre pesado y corpulento, por esa época de 50 años de edad, quien durante años había extirpado los cerebros de ratas narcotizadas con el fin de comprobar los efectos de dicha extirpación sobre la vitalidad de dichos animales. Su trabajo fue extraordinario y se oponía a la teoría de Ferrier. Goltz demostró que los perros descerebrados comían, saltaban, veían y oían, preguntándole a Ferrier cómo era posible que existiesen en el cerebro centros funcionales para todos los órganos del cuerpo y sentidos, si aquellos se mantenían activos a pesar de la extirpación de aquellas partes que su oponente situaba como centros funcionales. Con sus experimentos, Goltz había sacudido las bases de las ideas de Broca, en tanto que Ferrier, defensor de la tesis de las localizaciones se vio, por ese momento, obligado a un repliegue defensivo.

Goltz habìa llevado desde Estrasburgo al Congreso de Londres a un perro descerebrado para fundamentar su teoría y dar así un certero golpe de muerte a la teoría de los centros funcionales de Ferrier. El Congreso presidido por el Dr. Forters, se preguntaba qué podía hacer Ferrier contra Goltz cuando éste disponía de un perro que, aún descerebrado vivía, aullaba, veía y oía. ¿Que debía o podía conseguir el apacible y delgado Ferrier en su lucha contra el pesado pero convincente alemán?

La sala del St. James Hall lucía repleta en una cita académica que tuvo las palabras del Presidente del Congreso, el Prof. James Paget. Al inicio de la sesión, Goltz empezó haciendo un resumen retrospectivo de las conclusiones de Flourens, Fritsch, Hitzig y Ferrier y pasó al ataque con enérgica vehemencia. Manifestó que en una serie de experimentos con animales, a quienes se les conservó la vida para poder observarlos, se destruyeron extensas zonas de la corteza. Con el objeto de evitar hemorragias, la extracción la realizaba mediante un chorro de agua, con cuya técnica había comprobado que perros cuyo cerebro había sido eliminado en gran parte presentaban parálisis “pasajeras” con recuperación plena de sus capacidades sensoriales rebatiendo, así, la teoría de las localizaciones cerebrales. Ferrier había señalado, en cambio, una zona determinada del cerebro como asiento de la inteligencia: el lóbulo frontal.

Goltz replicó presentando un cráneo y cerebro de un perro que sobrevivió a cuatro grandes intervenciones y no fue sacrificado hasta un año después de la última, quedando idiotizado, pero no estaba ni sordo, ni ciego, ni carecía de olfato, ni un solo músculo de su cuerpo había quedado paralizado. La importante pérdida de masa cerebral dejaba una pequeña porción residual de corteza y ella no podía representar los supuestos centros funcionales enunciados por Ferrier. Este replicó en voz baja y argumentó que lo expuesto por Goltz no constituía una sorpresa para él puesto que había adoptado el método de la extirpación y no había utilizado el método del chorro de agua, ni las variadas microperforaciones, y en su lugar había utilizado la antisepsia y el bisturí electrohemostático.

Además dijo que no era lícito llegar a determinadas conclusiones partiendo de ensayos con animales “inferiores,” donde existían centros que después de un largo tiempo eran capaces de asumir las funciones afectadas en cooperación con el resto de centros funcionales y sensoriales que quedaban por eliminar, a causa de la imperfección del método empleado por el Prof. Goltz. Por el contrario, él había decidido experimentar con el animal más próximo al hombre y dotado del cerebro animal más perfecto: había escogido al mono antropomorfo y el arte quirúrgico de su cirujano (FG. Yeo, MD.) le había ofrecido los medios para llevar a término multitud de observaciones en el King´s College de Londres, por lo que invitaba a los presentes a concurrir por la tarde a dicho centro para presentar dos monos a los que se les había extirpado quirúrgicamente ciertos centros.

Goltz asistió con el perro al que había extraído los lóbulos frontales y que conservaba las funciones motrices y sensoriales, y siguió obstinado en que lo demostrado por él echaba por tierra la teoría de las localizaciones. Sin embargo, Ferrier presentó un gran mono que andaba erguido, llegaba andando y conducido por un ayudante, pero con mirada temerosa e intranquila y ocupó el mismo lugar del perro de Goltz; Ferrier se puso junto a él y explicó de manera enérgica pero serena que a dicho mono antropomorfo siete meses atrás se le había extirpado partes del lado izquierdo del cerebro en la que se describieron los centros motores de brazo y pierna derechos. “Se trata –dijo– de la circunvolución frontal ascendente, así como del pié de las tres circunvoluciones frontales y de la circunvolución lateral ascendente del lado izquierdo del cerebro.” Ferrier tendió una golosina al animal y éste la cogió con la mano izquierda mientras la derecha pendía inerte e inmóvil.

Apareció un segundo mono, al que se le había practicado un mes y medio atrás, la ablación de las circunvoluciones superiores temporo-esfenoidales. El animal estaba sano pero absolutamente sordo; sacó de su bolsillo una pistola detonadora y la disparó junto a la cabeza del animal. El otro mono, medio paralítico, dio un salto y trató de huir ayudándose de la pierna y brazo sanos pero cayó al suelo con grotescos movimientos, en cambio el segundo animal permaneció inmóvil a pesar de que la pistola seguía humeando junto a su cabeza. La conclusión a la que se llegó fue que el mono no había oído nada.

Ferrier dijo luego que estos 2 monos serían sacrificados, por medio de cloroformo al igual que el perro del Dr.Goltz, para así comprobar si las partes afectadas coincidían exactamente o no con las zonas indicadas como centros funcionales. La sala quedó en silencio. Los métodos imperfectos usados por el Dr. Goltz no habían logrado destruir de una manera perfecta las zonas cerebrales que se consideraban extirpadas. J. M. Charcot, quien estaba presente dijo: “Creo que el día de hoy pasará a la historia. Este es el comienzo de una nueva era.”

El martes 9 de agosto de 1881, poco antes de la sesión de clausura del congreso, la comisión de fisiólogos nombrada hizo público los resultados de las cuidadosas observaciones que significaron un rotundo triunfo de la doctrina de Ferrier, ya que se confirmó que las partes eliminadas del cerebro de los monos eran exactamente las señaladas por Ferrier como centros funcionales. En cuanto a Goltz, la misma comisión determinó que las partes extirpadas a sus perros no habían sido delimitadas con exactitud y que los centros funcionales y sensoriales habían quedado parcialmente intactos.

Este hecho en la Historia de la Medicina marcó una época de gloria para la neurología inglesa y de uno de sus referentes: el Prof. David Ferrier, auténtico pionero en la investigación de las localizaciones cerebrales.



Toda una época de gloria de la Neurología inglesa. Staff del Hospital Nacional de Londres (1886). Fila de atrás (izq. a der.): Horsley, Beevor, Cumberlacht, T. Buzzard, Brundenall, Carter, Omerod, Adams. Fila anterior (izq. a der.): Marcus Gunn, Bastian, Hughlings Jackson, Raminski, Radchliffe, Gowers, Sermon y Ferrier.

Datos biográficos

Sir. David Ferrier. MD.,LL.D.,F.R.,CP., F.R,S (1843-1928)

Nacido en Aberdeen, UK. estudió Psicología en Heidelberg, Alemania, graduándose de médico en Edimburgo. Fue influenciado por Alexander Bain y pasó a ser asistente de Tomas Laycock, quien a su vez se inspiró en Hughings Jackson. Hizo su práctica médica general en Bury St. Edmunt pero en 1.870 fue a Londres, al Milddlesex Hospital y luego al King´s College Hospital donde trabajó en el departamento de Fisiología.

A la edad de 29 años colaboró con su predecesor, el Dr. Guy. Fue médico del West London Hospital, Profesor Asistente del King´s College Hospital en 1874 y del National Hospital, Queen Square en 1880, donde integró una época de gloria en la neurología inglesa junto a señeras figuras cuyas descripciones originales perduran hasta el día de hoy.

En 1873 Ferrier comenzó su investigación en fisiología cerebral, parte en el King´s Hospital como en el Wakefield Asylum. Utilizó la estimulación farádica en el córtex de los simios y en 1876 escribió su monografía Funciones del Cerebro. Trabajó complementariamente con estimulación galvánica que había sido llevada a cabo por Fritz y Hitsig. Fue en esa época cuando ocurrió el notorio debate con el Prof. Goltz donde impuso su tesis sobre las localizaciones cerebrales. Fue con esto un instigador y pionero de la neurocirugía; persuadió al Prof. Rose a remover por primera vez el ganglio de Gasser en la Neuralgia del Trigémino.

Su dedicación especial fue la fisiología, siguiendo las teorías de Jackson. Su inmenso trabajo se lo puede catalogar como el inmenso legado de Ferrier a la neurología de antaño, del presente y por qué no del futuro.

Refrencias

1. A.R. Luria: Las funciones corticales superiores del hombre. Editorial Orbe. La Habana, Cuba. 1977.

2. Queen Square and de National Hospital. 1.860-1.960. Edward Arnold. (Publishiers) LTD. London.

3. Ferrier D. and Yeo GF..: A record of experiments of the effects of lesion of different regions of cerebral hemispheres.. Phil, Trans, 175, 479-564

4. Critchley Macdonald. The Parietal Lobes. Hafner Press. London.1976.

5. Thorwald J.: El Triunfo de la Cirugía. Ediciones Destino. 1ª Edición.1.960. Barcelona.

6. A Short History of Neurology. Rose FC. Butterwosth-Heinenmann, 1.999

7. Truex R, Carpenter M, Mosovich A.: Neuroanatomía Humana. The Williams and Wilkins. Co. Baltimore., 1.969

Localización de las funciones cerebrales.

¡Hola a todos!
Esta Semana el tema es "Localización de las funciones cerebrales", antes hay unas entradas con imágenes de neuronas, pero el tema es el referido anteriormente.
Saludos afectuosos a todos.
Dr. Díaz.

Neuronas.

Localización de las funciones cerebrales.

5. Mente, cerebro y adaptación: la localización de las funciones cerebrales


Según avanzaba el siglo XIX, el problema de la relación entre la mente y el cerebro se convirtió en una cuestión especialmente crucial tanto para los fisiólogos y como para los psicólogos, que empezaban a prestar atención al estudio de la naturaleza y localización de las funciones cerebrales. De un modo difuso y general, la idea de localización cerebral ha sido utilizada desde la antigüedad. Una noción de "alma" globalmente relacionada con el cerebro, por ejemplo, puede ser encontrada en la obra de Pitágoras, Hipócrates, Platón, Erasístrato y Galeno, entre otros. Los fisiologos neumáticos de la Edad Media pensaban que las capacidades mentales estaban localizadas en el fluido de los ventrílocuos. Sin embargo, cuando expiró la creencia en los espíritus animales, también lo hizo la hipótesis ventricular, y en 1784, cuando Jiri Prochaska publicó su De functionibus systematis nervosi, el interés se había trasladado hacia el tronco cerebral y el cerebro.

A pesar de este temprano interés, la doctrina de la localización cerebral própiamente dicha -la noción de que los procesos específicamente mentales están correlacionados con regiones discretas del cerebro- y el intento de establecer la localización por medio de la observación empírica fueron esencialmente logros del siglo XIX. Los primeros pasos decisivos hacia estos fines pueden encontrarse en la obra de Franz Josef Gall (1758- 1828).

Gall nació en Baden y estudió medicina en Estrasburgo y Viena, donde recibió su graduación en 1785. Impresionado desde que era niño por la aparente correlación entre el talento fuera de lo común de sus amigos y las espectaculares variaciones de la apariencia facial y craneal, Gall se determinó a desarrollar un nuevo método craneoscópico de localización de las facultades mentales. Su primera disertación pública sobre craneoscopia data de 1796 aproximadamente. Desafortunadamente, sus disertaciones despertaron casi inmediatamente la oposición por sus fundamentos presumiblemente materialistas y en 1805 se vió obligado a dejar Viena. Después de dos años de viaje, llegó a París acompañado de su colega Johann Gaspar Spurzheim (1776-1832). En 1810, Gall y Spurzheim publicaron el primer volumen de Anatomie et physiologie du système nerveux en général, la más importante contribución de Gall a la neuroanatomía y la primera manifestación importante de su craneoscopia.



La esencia del método de Gall de localización pone en correlación las variaciones del carácter con las variaciones de los signos externos craneológicos. La validez de su metodología depende de tres conjeturas decisivas: que el tamaño y la forma del cráneo refleja el tamaño y la forma de las partes subyacentes del cerebro, que las capacidades mentales eran innatas y fijas y que el relativo nivel de desarrollo de una capacidad innata era un reflejo del tamaño del órgano cerebral heredado. Sobre estos supuestos, la correlación observada entre una capacidad particular bien desarrollada y un área particularmente prominente del cráneo puede ser interpretada como evidencia de la localización cerebral de esa capacidad en la parte correlativa del cerebro.



Aunque el enfoque correlacional de Gall fue eventualmente abandonado a favor de la experimentación y su concepción de unas facultades fijas e innatas fue reemplazado por una perspectiva dinámica y evolucionista del desarrollo mental y fue rechazada su suposición fundamental sobre las relaciones entre el cerebro y la conformación craneal, sería un serio error subestimar su importancia en la historia de la localización funcional. Las suposiciones de Gall pueden haber sido defectuosas y sus seguidores pueden haber llevado sus ideas a extremos dogmáticos, pero no había ninguna equivocación en su lógica científica o en el riguroso empirismo de su intento de correlacionar las aptitudes observables con lo que él creía que eran índices observables del cerebro.



En realidad, fue Gall quien puso los cimientos para las bases biológicas de la psicología funcional adelantándose a su tiempo. Al postular un conjunto de rasgos mentales innatos a través de la forma del órgano cerebral abandonó la perspectiva extrema de la tabula rasa de los sensistas como Condillac. Gall intentó sustituir las normativas exclusivamente intelectuales de los sensistas por facultades definidas en términos de actividades cotidianas de la vida diaria que se adaptaban al entorno circundante y variaban entre los individuos y entre las especies. Sustituyó la especulación sobre la clasificación de las funciones y las unidades anatómicas apropiadas por la observación objetiva.



Incluso el más tenaz oponente de Gall, Marie-Jean-Pierre Flourens (1794- 1867), tuvo el gusto de admitir que fue Gall el primero que, en virtud de su detallada evidencia de la correlación entre la variación en la función y la variación presente en el cerebro, estableció completamente la opinión de que el cerebro sirve como órgano de la mente. En casi todos los otros aspectos, sin embargo, Flourens era muy crítico con Gall. Casi un niño prodigio, Flourens se matriculó en la famosa Facultad de Medicina de Montpellier cuando sólo tenia 15 años y recibió su graduación como médico antes de cumplir los 20. Poco después, cuando Gall estaba en el cenit de su carrera en París, Flourens llegó a la capital. Gracias a su obra de 1824, Recherches expérimentales sur les propriétés et les fonctions du système nerveux, fue elegido miembro de la Academia de Ciencias, de la que andando el tiempo ocupó el cargo de secretario perpetuo, llegando a ser una de los más influyentes personajes científicos de Francia.



En Recherches expérimentales, Flourens aportó la primera demostración experimental de la localización de funciones en el cerebro. Mientras los investigadores anteriores habían lesionado el cerebro mediante una trepanación que hacía imposible localizar deterioros o rastros hemorrágicos con seguridad, Flourens descubrió y aisló por completo qué porción del cerebro debía ser extraida. Poniendo cuidado en minimizar el trauma causado por la operación y sus complicaciones posteriores, empleó la ablación para localizar un motor central en la médula oblonga y la estabilidad y la coordinación motora en el cerebelo. A pesar de que su terapia de la sensación era más bien confusa, en 1824, en la misma época en que apareció la segunda edición de las Recherches expérimentales (1842), Flourens desarrolló una clara distinción entre sensación y percepción (tratando la percepción como la apreciación del significado de una sensación) y localizó la función sensorial en varias estructuras subcorticales asociadas.



Respecto al cerebro, sin embargo, los resultados fueron bastante diferentes. El corte completo de los hemisferios producía un daño difuso en todas las funciones mentales superiores -la percepción, el intelecto y la voluntad-, variando el daño en función de la extensión y no de la localización de la lesión. Si permanecían los tejidos adecuados, la función podía ser restaurada, pero la ablación total conducía a una pérdida permanente de la función. A partir de estos resultados, Flourens concluyó que mientras las funciones sensoriomotoras están diferenciadas y localizadas subcorticalmente, las funciones mentales superiores tales como la percepción, la voluntad y el intelecto, están extendidas por todas las partes del cerebro, operando en conjunto como un único factor y con la totalidad del cerebro funcionando de modo unitario como su "lugar exclusivo".



Desafortunadamente, como Gall mismo observó (1822/1825 begin_of_the_skype_highlighting 1822/1825 end_of_the_skype_highlighting), el procedimiento de Flourens "mutila todos los órganos a la vez, debilitándolo todo, extirpandolo todo a la vez" (ENG: VI, pp. 165-166). La ablación por sucesivos cortes no era un método satisfactorio para el descubrimiento de la localización cerebral. La sólida creencia filosófica en un alma unitaria y en una mente indivisible, unida a la disposición acrítica de generalizar los resultados alcanzados a partir de organismos inferiores a los seres humanos, condujeron a Flourens a atacar los esfuerzos de Gall para localizar y formular una teoría de la homogeneidad cerebral que, de hecho, anticipaba el concepto posterior de Lashley (1929) sobre la equipotencialidad de la masa-acción y la cortical. Al extender la distinción sensoriomotora de la neuraxis desde las raices espinales de Bell y Magendie, Flourens se desentendió de los hemisferios cerebrales. Desde su punto de vista, el cerebro era el órgano de una mente unitaria, y, por implicación, no podía ser funcionalmente diferenciado.



Antes de que el córtex pudiera ser interpretado en términos sensoriomotores, los fundamentos intelectuales habían sido preparados y los instrumentos técnicos desarrollados. Las exigencias intelectuales para este logro exigían el abandono del enfoque de una facultad fija para la mente a favor del equilibrado asociacionismo sensoriomotor evolucionista y una apreciación de las implicaciones funcionales de la enfermedad cerebral. Los requisitos técnicos eran el desarrollo de una técnica de exploración eléctrica de la superficie del córtex. Los progresos intelectuales llegaron a través de Alexander Bain y Herbert Spencer y los descubrimientos neuropatológicos de Pierre Paul Broca. El avance técnico, para el desarrollo y uso de la estimulación eléctrica, fue empleado por primera vez por Gustav Fritsch y Eduard Hitzig.



Alexander Bain (1818-1903) nació, fue educado y murió en Aberdeen, Escocia. Después de recibir el grado de Master of Arts en el Marischal College en 1840, ingresó en la facultad en filosofía mental y moral. En 1860 fue elegido para la cátedra de lógica en la recien creada Universidad de Aberdeen donde permaneció hasta su retiro. Durante estos años, Bain escribió una interesante aunque poco leida crítica de la frenología, On the Study of Character, Including an Estimate of Phrenology (1861), y un valioso examen de las opiniones en torno al problema mente/cuerpo, Mind and Body. The Theories of Their Relation (1873). Es, sin embargo, en su psicología general donde debemos buscar su más importante contribución al clima intelectual, origen de la primera demostración específica de la localización cortical de la función sensoriomotora. Esta contribución consiste en el asociacionismo sensoriomotor que puso en marcha en The Senses and the Intellect y The Emotions and the Will, publicadas por primera vez en 1855 y 1859 respectivamente y revisadas en cuatro ediciones entre 1894 y 1899.



La obra de Bain marca un punto decisivo en la historia de la psicología asociacionista. Antes de Bain, el compromiso de los asociacionistas con la experiencia como la fuente primaria y única de conocimiento llevó a descuidar el movimiento y la acción a favor del análisis de la sensación. Incluso cuando el movimiento era explícitamente incluido en las explicaciones asociacionistas, como por ejemplo en el caso de Thomas Brown, era el lado sensorial del movimiento, el "músculo sintiente" más bien que la acción adaptativa lo que reclamaba su atención. Bain, inspirándose en exceso en Müller, aportó la nueva fisiología del movimiento en conjunción con una explicación asociacionista de la mente. Young (1970) ha resumido el punto de vista de Bain así:



"La acción es una propiedad más íntima e inseparable de nuestra constitución que cualquiera de nuestras sensaciones, y de hecho entra como parte componente en cada uno de nuestros sentidos, dándoles el carácter de compuestos..." (Bain, 1868, p. 59). "Los movimientos espontáneos son un rasgo de la actividad nerviosa precedente e independiente de las sensaciones. Las conexiones adquiridas de movimientos espontáneos con el placer y el dolor consecuente en ellos, educan al organismo tanto como sus antiguos movimientos aleatorios... (están) adaptados a los fines y propósitos. Bain define la volición como éste compuesto de movimientos espontáneos y sentimientos. La coordinación de los impulsos motores en definidos movimientos propositivos resulta de la asociación de las ideas con ellos" (p. 115).



Dentro de la psicología asociacionista hubo ideas revolucionarias que, junto a las concepciones evolucionistas de Spencer, pavimentaron el camino que conduciría a la posterior psicología funcionalista de la conducta adaptativa; y, como veremos, aportaron el contexto intelectual para una explicación sensoriomotora de las bases psicológicas de las funciones mentales superiores. Irónicamente, sin embargo, éste fue un paso que el propio Bain había sido completamente incapaz de dar. Impresionado, como todos sus antecesores, por la ausencia de irritabilidad mostrada por el córtex cuando era pinchado o cortado, Bain aceptó la distinción tradicional "entre los hemisferios y el conjunto de los ganglios y centros situados entre ellos" (pp. 53-54). Cualquiera que fuera la función del cerebro, estaba claro para Bain que no podía ser sensoriomotora.



En 1855, el mismo año en el que Bain publicó The Senses and the Intellect, apareció en Inglaterra una obra aún más revolucionaria. The Principles of Psychology de Herbert Spencer (1820-1903) ofreció a los estudiosos del cerebro un asociacionismo evolucionista y un concepto afín de la localización cerebral que dio ímpetu y dirección a la obra de John Hughlings Jackson y a través de Jackson a la de David Ferrier.



Spencer nació en Derby, Inglaterra y fue autodidacta en gran medida. A la edad de 17 años, empezó a trabajar en los ferrocarriles pero dejó esta ocupación en 1848 para trabajar primero como editor y luego como escritor independiente y crítico. En An Autobiography (1904), Spencer nos dice que, ya a la edad de 11 o 12 años, asistía a las lecciones de Spurzheim, quien le convirtió en seguidor de la frenología durante varios años . Ciertamente, muy temprano, hacia 1846, antes de desarrollar su escepticismo hacia la frenología que le conduciría al abandono del proyecto, Spencer, había diseñado un cefalógrafo con el propósito de conseguir medidas craneales más fiables.



En 1850, como resultado de su amistad con George Henry Lewes, Spencer empezó a leer A Biographical History of Philosophy (1845/1846 begin_of_the_skype_highlighting 1845/1846 end_of_the_skype_highlighting) de Lewes. En muy poco tiempo, se encontró tan absorbido en el tema que decidió hacer una contribución propia a la filosofía en la forma de una introducción a la psicología. En 1855, aparecieron los Principles of Psychology de Spencer. Es un libro complejo y difícil, apenas una introducción al tema y, como The Senses and the Intellect de Bain, marcó un jalón en la historia de la psicología. Mientras Bain había unido el movimiento a las sensaciones del asociacionismo, llegando al primer resumen completo del punto de vista asociacionista sensoriomotor, Spencer llegó incluso más lejos y fundamentó la psicología en la biología evolucionista.



En particular, Spencer puso de relieve tres principios evolucionistas básicos que transformaron su visión previa sobre la mente y el cerebro en otra en la que las localizaciones corticales de las funciones eran un simple corolario lógico. Así lo hizo, apoyándose en el trabajo de Hughlings Jackson sobre la concepción evolucionista del sistema nervioso y la extensión de la hipótesis organizacional sensoriomotora al cerebro.



Los principios clave de Spencer son: adaptación, continuidad y desarrollo.



Como Gall, Spencer veía la psicología como una ciencia biológica de adaptación. "Todas aquellas actividades, corporales y mentales, que constituyen nuestra idea ordinaria de la vida... (tanto como) aquellos procesos de desarrollo por medio de los cuales el organismo es conducido a una aptitud general para aquellas actividades" (pág. 375) consisten simplemente en "el continuo ajuste de las relaciones internas a las relaciones externas" (pág. 374). Ni las asociaciones entre las ideas internas, por ejemplo, ni las relaciones entre los fenómenos externos, sino sólo el creciente ajuste de la relaciones del interior al exterior puede encontrarse en el centro de la psicología. En realidad, para Spencer, los fenómenos mentales son definidos como adaptaciones, "incidentes de la correspondencia entre el organismo y su entorno" (p. 584).



Junto a la adaptación, la continuidad y el desarrollo eran las ideas centrales de Spencer. El desarrollo consiste en un cambio desde la homogeneidad a la heterogeneidad, desde la relativa unidad e indivisibilidad a la diferenciación y la complejidad. De acuerdo con el principio de continuidad, la vida y sus circunstancias existen en todos los niveles de complejidad y correspondencia. El nivel de la vida varía continuamente con el grado de correspondencia; ninguna demarcación radical separa un nivel del siguiente. Así, la vida mental y física son simplemente especies de vida en general, y lo que llamamos mente se desarrolla continuamente desde la vida física -los reflejos a partir de las irritaciones, instintos a partir de reflejos combinados y vida consciente y procesos mentales superiores a partir de los instintos- coexistiendo en diversos niveles de complejidad.



Las implicaciones de estas concepciones evolucionistas para la hipótesis de la localización cortical de las funciones es clara. El cerebro es el sistema físico más altamente desarrollado que conocemos y el córtex es el nivel más desarrollado del cerebro. De modo que debe ser heterogéneo, diferenciado y complejo. Aún más, si el córtex es un continuo desarrollo de estructuras subcorticales, los principios sensoriomotores que gobiernan las localizaciones subcorticales deben apoyarse también en el córtex. Por último, si los procesos mentales superiores son el producto final de un proceso continuo de desarrollo desde la simple irritación a través de los reflejos y los instintos, no hay justificación alguna para establecer una sutil distinción entre la mente y el cuerpo. La dicotomía mente/cuerpo que durante dos siglos ha mantenido la noción de que el cerebro, funcionando como el asiento de los procesos mentales superiores, debe funcionar de acuerdo con principios radicalmente diferentes de los de la descriptiva función nerviosa subcerebral, debía ser abandonada.



Aunque estas ideas estaban siendo elaboradas más completamente por Hughlings Jackson, está muy claro que ya en 1855 Spencer estaba bien informado de las implicaciones de sus conceptos de continuidad y desarrollo para la localización cerebral. En los Principles, escribió que las verdades generales de su ciencia, pueden resistir mucho tiempo la convicción de que diferentes partes del cerebro sirven a diferentes clases de acción mental. "La localización de funciones es la ley de cualquier organización... Cada haz de fibras nerviosas y cada ganglio, tiene una función especial... ¿Puede ser, entonces, que en los grandes ganglios hemisféricos aislados, esta especialización de funciones no se cumpla?" (pp. 607-608).



Con los fundamentos aportados por el asociacionismo sensoriomotor de Bain y la psicofisiología de Spencer, lo único que era necesario para superar el último obstáculo para extender la perspectiva sensoriomotora al córtex era el impulso proporcionado por los espectaculares descubrimientos de la investigación y las nuevas técnicas experimentales. En el periodo entre 1861 y 1876, Broca, Fritsch y Hitzig, aportaron los primeros descubrimientos y técnicas cruciales; Jackson, fuertemente influenciado por Spencer y Bain, aportó la extensión del paradigma sensoriomotor al córtex, y Ferrier, influenciado por Bain y Jackson, puso remate experimental a la doctrina clásica de la localización cortical



Paul Broca (1824-1880) nació en Sainte-Foy-La-Grande, en la región francesa de Dordoña, y estudió medicina en el Hôtel Dieu de París. El interés que le despertó durante toda su vida la antropología física le llevó a ser uno de los primeros miembros de la Société d'Anthropologie y a fundar la Revue d'anthropologie y el Departmento de Anthropología en la Universidad de Paris. El 4 de Abril de 1861, en una reunión de la Société d'Anthropologie, Broca estaba sentado entre el público cuando Ernest Aubertin presentó un informe citando varios estudios de casos extraordinarios para argumentar sobre la localización cerebral del lenguaje articulado.



Aubertin era alumno y yerno de Jean Baptiste Bouillaud, una poderosa y distinguida figura de los círculos científicos parisinos, alumno de Gall y miembro fundador de la Sociedad Frenológica. Ya en 1825, Bouillaud había publicado un artículo en el que empleaba evidencias clinicas para apoyar el punto de vista de Gall de que la facultad del lenguaje articulado reside en los lóbulos anteriores del cerebro. Casi 40 años después, frente a una considerable oposición, Bouillaud había triunfado manteniendo viva la hipótesis de la localización cerebral. Así, Aubertin era simplemente continuador de la tradición de su suegro cuando afirmó su convicción en la localización cerebral incluso en el caso singular de que la pérdida del habla se hubiera producido sin lesión frontal.



Intrigado, Broca decidió responder al desafío de Aubertin. Una semana después, un paciente hemipléjico y mudo, M. Legorgne ("Tan"), murió de gangrena en el pabellón quirúrgico de Broca. En Remarques sur le siége de la faculté du langage articulé, suivies d'une observation d'aphemie (perte de la parole), publicado en 1861 en Bulletins de la société anatomique de Paris, Broca presentó una relación detallada de su examen post mortem del cerebro de Tan. Lo que había encontrado, por supuesto, era una lesión superficial en el lóbulo frontal izquierdo, descubrimiento confirmado pocas semanas después por otro caso en el que el examen post mortem revelaba una lesión similar.



Aunque ni la concepción de una facultad del lenguaje articulado ni tampoco la noción de su localización en la parte anterior del cerebro eran especialmente novedosas en 1861, Broca aportó un descubrimiento que animó a la opinión científica a considerar la hipótesis de la localización. El detalle de la explicación de Broca, el hecho de que había ido específicamente en busca de evidencias para los pacientes con pérdida del habla más bien que emplear casos post hoc como soporte de la localización, su uso de lo patológico más bien que el método craneológico, su atención a la topografía convolucional de los hemisferios cerebrales, y, tal vez lo más importante, el hecho de que los tiempos estaban maduros para tal demostración; todo ello, contribuyó a la sensación instantánea creada por los descubrimientos de Broca. Ahora todo lo que se necesitaba era una técnica para la exploración experimental de la superficie de los hemisferios, y esta técnica fue la contribución conjunta de Gustav Theodor Fritsch (1838-1927) y Eduard Hitzig (1838-1907).



En 1870, en los Archiv für Anatomie, Physiologie, und wissenschaftliche Medicin, Fritsch y Hitzig publicaron un artículo clásico que no solo aportó la primera evidencia experimental de la localización cortical de las funciones sino que, con un golpe singular, superaron la antigua objeción a la localización basada en la idea de que los hemisferios fracasaban en mostrar la irritabilidad. Empleando la estimulación galvánica en el cerebro del perro, Fritsch y Hitzig aportaron la evidencia concluyente de que definidas áreas del cortex están implicadas en los movimientos de las extremidades contralaterales y que la ablación de estas mismas áreas llevaba al desfallecimiento de estas extremidades. Sus descubrimientos establecieron la electrofisiología como el método preferente para la exploración experimental de la localización cortical de las funciones y demostró la participación de los hemisferios en la función motora.



Aproximadamente en la misma época, en Inglaterra, John Hughlings Jackson (1835-1911) llegó a la misma perspectiva sensoriomotora de la función hemisférica por un camino diferente. Hughlings Jackson nació en Providence Green, Green Hammerton, Yorkshire, Inglaterra. Comenzó a estudiar medicina como aprendiz en York y completó su formación en la Medical School of St. Bartholomew's Hospital en Londres y en la Universidad de St. Andrews. Entre los varios cargos que ocupó en el hospital, tal vez el más importante fue como médico en el Hospital Nacional para Paralíticos y Epilépticos en Queen Square. Sus contribuciones a la neurología y a la psicología están dispersas en varias publicaciones entre 1861 y 1909. Varios de los más importantes artículos han sido recogidos en los dos volúmenes de Selected Writings of John Hughlings Jackson, editado por James Taylor (1931/1932 begin_of_the_skype_highlighting 1931/1932 end_of_the_skype_highlighting).



Aunque las contribuciones específicas de Jackson a nuestra comprensión de la etiología, desarrollo y tratamiento de los desórdenes neurológicos desde la afasia y la corea hasta la epilépsia y el vértigo fueron de una importancia excepcional, fue su concepción evolucionista de la localización de la función sensoriomotora en el cerebro lo que tuvo más influencia para la psicología. Esta concepción estaba, por supuesto, desarrollada bajo la inspiración de Spencer. Así lo describe Young (1970): Los pruncipios de Spencer de continuidad y evolución suministraron a Jackson de un singular y consistente conjunto de variables para especificar los elementos fisiológicos y psicológicos de los que se componen la experiencia, el pensamiento y la conducta: sensaciones (o impresiones) y movimientos. Todos los fenómenos mentales complejos están hechos con estos simples elementos, desde el más simple reflejo a los más sublimes pensamientos y emociones. Todas las funciones y facultades pueden ser explicadas en estos términos (p. 199).



El artículo de Jackson, "On the anatomical & physiological localisation of movements in the brain", publicado en el Lancet en 1873, es representativo de una serie de artículos que dedicados a la concepción sensoriomotora durante este periodo. En un prefacio interesante y revelador en un folleto de 1875, Clinical and Physiological Researches on the Nervous System, que reeditaba el artículo de 1873, Jackson describe el trasfondo para la hipótesis tal como se desarrolla en su propia obra, casi como si estuviera intentando establecer su prioridad. Amigo de citarse a sí mismo, Jackson reimprime una nota al pie de un artículo de 1870 , "The study of convulsions", que resume sus puntos de vista:



"Es afirmado por algunos que el cerebro es el órgano de la mente, y que no es un órgano motor. Algunos piensan que el cerebro puede ser comparado a un instrumentista, y los centros motores al instrumento -una parte para las ideas y otra para los movimientos. Puede, entonces, preguntarse, ¿Cómo puede la descarga de parte de un órgano mental producir sólo síntomas motores?... ¿De qué 'sustancia' puede estar compuesto el órgano de la mente, a no ser de procesos que representan movimientos e impresiones...? ¿Creemos que el hemisferio está construido sobre un proyecto fundamentalmente diferente al de la región motora?... seguramente la conclusión irresistible es que los síntomas 'mentales... son debidos a la falta o al desarrollo desordenado de los procesos sensoriomotores" (p. xi-xii).



Así, a comienzos de 1870, Jackson había desarrollado completamente una concepción general de la organización funcional del sistema nervioso. En palabras de Young (1970), ésto "constituye la última etapa de la integración de la psicología asociacionista con la fisiología sensoriomotora... (e) implica un rechazo explícito del... trabajo que había impedido un punto de vista unificado: la formulación de la facultad de Broca, y la poca voluntad de Flourens, Magendie, Müller y otros en tratar al órgano de la mente -los centros superiores- en términos fisiológicos consistentes" (p. 206). En la obra de Jackson el análisis teórico de la localización cerebral alcanzaba su máximo grado de desarrollo en el siglo XIX. En las investigaciones sistemáticas y experimentales de su amigo y colega, David Ferrier (1843-1928), estos análisis fueron confirmados.



Ferrier nació y fue educado en Aberdeen, Escocia, donde fue alumno de Alexander Bain. Estimulado por Bain, viajó a Heidelberg en 1864 para estudiar psicología. Durante este periodo, vivían en Heidelberg Helmholtz y Wundt. Wundt había completado recientemente (1862) Beiträge zur Theorie der Sinneswahrnehmung que contenía la primera declaración programática de su psicología fisiológica y Ferrier debía estar sin duda de acuerdo con los puntos de vista de Wundt.



A su regreso, Ferrier completo su formación médica en la Universidad de Edimburgo y trabajó, por corto tiempo, como ayudante de Thomas Laycock, quien había sido el primero en elaborar el concepto de "cerebración inconsciente" (ver Laycock, 1860, para su pretensión de prioridad). Entre otros cargos, Ferrier, como Jackson, trabajó como médico en el National Hospital, en Queen Square. Influenciado como Jackson por Bain y Spencer, Ferrier partió de la prueba de la idea de Jackson de que las funciones sensoriomotoras pueden ser representadas de un modo organizado en el córtex y prolongó la localización experimental del córtex motor en el perro efectuada por Fritsch y Hitzig. Empleando muy cuidadosas y controladas ablaciones y la estimulación farádica del cerebro, realizó un importante progreso de las técnicas galvánicas utilizadas por Fritsch y Hitzig, Ferrier consiguió cartografiar las áreas sensoriales y motoras a través de una ámplia variedad de especies. Su primer artículo, "Experimental researches in cerebral physiology and pathology", apareció en 1873 en los West Riding Lunatic Asylum Medical Reports; pero fue el impacto de sus múltiples investigaciones sobre el cruce de especies, presentadas en 1876 en The Functions of the Brain, lo que sirvió para confirmar el establecimiento del análisis sensoriomotor como el paradigma dominante tanto para la explicación fisiológica como psicológica.







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viernes, 3 de septiembre de 2010

Percepción e inconsciente

La percepción humana ha sido objeto de innumerables estudios y trabajos científicos en todos los campos, incluyendo el de la estimulación subliminal.

En términos generales la percepción es tratada como un proceso multifactorial en cadena que comienza con la exposición a un estímulo y termina con el reconocimiento consciente . La percepción es el final de una secuencia de eventos internos no conscientes. El reconocimiento consciente no tiene por qué ser el último paso en esta cadena; algunos estímulos pueden viajar por este proceso sin llegar necesariamente a la estación final o conciencia (Rosen y Suvendra, 1992; Merino, 1996).

El ser humano tiene la capacidad potencial de percibir todos los estímulos externos que hay en su medio exterior. Estos estímulos son procesados en distintos niveles. Unos, mediante la experiencia perceptiva consciente y por tanto nos damos cuenta y podemos informar de ellos. Otros, son procesados a través de la experiencia perceptiva inconsciente. Esto no es nada nuevo, ya que desde hace muchas décadas varios estudios afirmaban que existen estímulos que por sus características particulares y la interacción de estas características con la mente del individuo, no entraban en contacto con la conciencia, aunque eran igualmente procesados, como por Leibniz y James, entre otros (Sutil, 1991).

La definición de inconsciente no es totalmente universal, aunque de manera clásica ha sido definido como la negación de lo consciente. Dependiendo de la escuela filosófica o psicológica, se pueden encontrar diferentes concepciones del inconsciente. Y sería absurdo e incluso estéril, intentar abarcar o discutirlos en su mayoría.

Por ejemplo, para el psicoanálisis el inconsciente es el principio y final de todo: un reservorio de imágenes, instintos, frustraciones y deseos, que permanecen dormidos, pero que pueden hacerse conscientes a través de procesos como la hipnosis y los sueños

Esta definición es absolutamente rechazada por los conductistas, para quienes tal elemento descrito por el psicoanálisis simplemente no existe porque no es posible medirlo y observarlo directamente. Por lo tanto, para ellos el individuo responde a los estímulos de acuerdo a un aprendizaje anteriormente establecido, pero sin que intervengan contenidos reprimidos. Si estos contenidos existiesen, al ser tan inaccesibles, no tendrían consecuencias importantes en la conducta del individuo.

Los cognitivos buscan un punto medio y reconocen que en las personas existe un procesamiento particular de los estímulos, dependiendo de sus valores, creencias, actitudes. Son los pioneros quizá en cambiar el patrón Estimulo-Respuesta por el Estimulo-Organismo-Respuesta.

Existen diferentes tipos de datos que apoyan de manera científica la existencia del inconsciente. Entre ellos se pueden mencionar los ampliamente descritos estados especiales de conciencia como los observados en la disociación (fugas, trastornos de personalidad múltiple o amnesia). Por otra parte, las investigaciones del sueño también ofrecen clara evidencia de la actividad que se genera desde el inconsciente.

Los datos experimentales que apoyan la existencia de los procesos inconscientes vienen dados por el campo de estudios en escucha dicótica, visión parafoveal, fenómenos de estabilización de la imagen en la retina, rivalidad binocular y el enmascaramiento (González, 1988).

Percepción subliminal

En el presente trabajo se tomará como percepción subliminal aquella en la que el individuo responde a estímulos cuya intensidad es inferior a la necesaria para darse cuenta de ese estímulo. Es decir, percepción subliminal se refiere a la producción observable y medible de respuestas ante estímulos que el individuo no es capaz de identificar conscientemente (Theus, 1994). Es importante que en términos prácticos estas respuestas pueden variar en un amplio rango, desde un aumento en la frecuencia cardiaca hasta un cambio en la atribución de cualidades. Esta amplia variedad en las posibles respuestas es lo que ha producido la polémica en torno a la capacidad de la percepción subliminal para generar conductas de consumo específicas.

En este campo se ha trabajado con dos tipos de estímulos: los estímulos meramente subliminales y los estímulos encubiertos. Aunque ambas clases de estímulos no son procesadas de manera consciente, son diferentes en su naturaleza. Los estímulos encubiertos no son reconocidos en la conciencia exactamente porque se mezclan visualmente con otros estímulos que están claramente definidos; frecuentemente son percibidos como parte de una sombra, reflejo o fondo de un material gráfico. La percepción de estos estímulos puede explicarse por un procesamiento de baja implicación, en el cual los individuos de modo pasivo adquieren información. Esto se llama visión periférica, o ver sin mirar ( Rosen y Suvendra, 1992).

En la percepción subliminal la intensidad de los estímulos es suficiente para provocar una actividad en las fibras sensoriales, pero a su vez, carece de la energía suficiente para activar el sistema que se encarga de que nos demos cuenta de las cosas. Para procesar información, el cerebro humano usa (simplificando) dos sistemas independientes entre sí, uno de transmisión de información y otro de representación. El primer proceso suele realizarse automáticamente mientras que la representación consciente puede realizarse o no, y si se inicia puede llegar al final o por el contrario detenerse sin producirse la conciencia. Como los dos sistemas funcionan a velocidades diferentes, podemos procesar cualquier estímulo y no ser conscientes de ello.

La evidencia experimental con animales (Sutil, 1991; González, 1988) indicaba que si se les bloqueaba el sistema de procesamiento de información, mediante anestesia se observaban respuestas del cerebro mediante registros gráficos de EEG cuando se presentaban los estímulos, lo que demuestra que la simple transmisión de estímulos desde la periferia al cerebro no es suficiente para que se produzca la representación consciente.

Por otra parte, la evidencia experimental con humanos también demuestra relativamente los mismos resultados. Por ejemplo, se encontró que las imágenes establecidas en la retina pueden desaparecer de la conciencia sin la desaparición de las respuestas corticales visuales con las que estaban asociadas (Sutil, 1991).

A la vista de estos hallazgos podemos aceptar entonces que existen dos procesos distintos, uno de transmisión de la información y el otro de experiencia consciente. El primer proceso es inconsciente, mientras que el segundo de experiencia subjetiva es obligatoriamente consciente. La transmisión de información se realiza sin ser consciente de la misma, mientras que ésta no puede suceder sin el primer proceso. Por tanto podemos inferir que la percepción se debe entender como un conjunto de procesos de los que la etapa consciente es la etapa final.

Los seres humanos procesamos información de manera inconsciente. Ahora bien, ¿podemos tomar decisiones de compra basándonos en un procesamiento así?



Fuentes:

• Dixon, N.F.(1971). Subliminal perception: the nature of a controversy. Editorial Mac-Graw Hill, Londres.

• González, J.L. (1985). Influencia de la estimulación subliminal en la percepción. Revista de psicología general y aplicada, Vol 40 (5), pp. 1019-1031.

• Guyton, A.C. (1987). Fisiología Médica. Editorial Interamericana Mc-Graw Hill, España.

• Merino, M.D. (1996). Efectos y Alcance de la Publicidad Subliminal. Esic Market, Abril-Junio, Pp. 184-195

• Rosen, D. y Suvendra, S. (1992). An Investigation of Subliminal Embedded Effect on Multiple measures of Advertising Effectiveness. Psychology and marketing. March-April, Vol 9 (2), pp. 157-173.

• Sutil, M. (1991). Mensajes Subliminales en la Publicidad. Tesis Doctoral, U.C.M., Facultad de Psicología.

• Theus, K. (1994). Subliminal Advertising and the Psychology of processing unconscious stimuli: A review of research. Psychology and Marketing. Vol. 11 (3), pp 271-290